Un estudio con financiación privada alienta la creación de un sistema en la nube donde los usuarios compartan su
Cada día sales a correr o a caminar. Además de una buena lista de Spotify te acompaña una ‘app’ o un dispositivo que controla todo lo que haces, desde los pasos o los kilómetros hasta tus pulsaciones o la presión sanguínea. A pesar de los problemas a la hora de decidir lo que es una caloría o lo que no y de las cautelas de los médicos, las pulseras de actividad son un imprescindible para muchos aficionados al ejercicio físico. Monitorizar y recoger una gran cantidad de datos puede servir para motivarse o para mostrar algún tipo de mejora a los médicos. Incluso, con el tiempo, tal vez para ganarse unos cuartos.
La segunda versión del 'wearable' presenta muy pocas novedades que justifiquen los cien euros extra de desembolso respecto al modelo del año pasado
Es lo que propone el profesor estadounidense Jay Olshansky, de la Universidad de Illinois en Chicago y también científico de la compañía de soluciones sobre longevidad Lapetus Solutions. Su idea es montar un sistema para que cada usuario de estas pulseras o aplicaciones comparta en internet la información recogida para que empresas interesadas paguen por ella.
La iniciativa se parece a lo que algunas compañías de seguros han hecho hasta ahora en Estados Unidos: ofrecer descuentos o tarjetas regalo a aquellos asegurados que se prestaban a compartir los datos físicos recogidos por una aplicación. Para conseguirlos, tenían que llegar a determinadas metas que estaban relacionadas con la salud o el ejercicio. Ahora, el objetivo de Olshansky es que los usuarios obtengan algo de dinero por ello.
Olshansky lo denomina ‘health data economy’, una economía de los datos sanitarios que permitirá a las personas sacar provecho de su propia información y a las empresas utilizarla para tomar decisiones. Según su propia definición, “tú podrás vender tus propios datos. Los datos te pertenecerán. Podrás subirlos a un sistema en la nube, muy parecido a Facebook o Twitter. Tú serás el dueño, tú decidirás si y cuándo liberarlos”.
¿Quién podría tener interés en los pasos que caminamos o el tiempo que tardamos en hacer cuatro kilómetros? Son muchas las empresas que podrían sacar provecho de esos datos. En primer lugar, las propias compañías aseguradoras o aquellas que ofrecen planes de sanidad privada. Pero también, fabricantes de material deportivo, como por ejemplo zapatillas, que querrían saber “con qué frecuencia caminas o corres”. Por otra parte, la monitorización del sueño puede servir para diseñar nuevos colchones, apunta Olshansky. Incluso, los datos podrían servir a investigadores sanitarios o deportivos. “Creemos que el valor del ‘health data’ es extraordinariamente alto”, resume.
“Hay un montón de información increíblemente valiosa que se recopila con las pulseras de actividad, que solo ahora estamos empezando a comprender y aprender a usar, a comprender el valor asociado a ella”, explica a Teknautas Olshansky, quien también tiene una de estas aplicaciones en su iPhone. “Hay una gran cantidad de datos que está siendo acumulada sobre cada persona en estos dispositivos. Pero, para la mayoría, los datos están ahí, no se usan para nada”.
Olshansky pone el ejemplo de la persona que va una vez al año al médico para hacerse un chequeo y le aporta datos sobre la presión sanguínea o el ejercicio hecho durante esos doce meses, recogidos con una aplicación. “Así que cuando visitas a tu doctor la visita puede ser mucho más valiosa, porque está usando los datos de la pulsera de actividad en vez de solo los datos de la analítica”.
Una economía muy valiosa
Después de publicar el estudio, él y su equipo están desarrollando un sistema en la nube en el que cada cual recogerá sus datos de forma anónima. La subida será automática: se vinculará el dispositivo a ese sistema y los datos se subirán solos conforme se generen. “Todo el mundo en el planeta tendría acceso a este ‘health data’”, asegura Olshansky. Después, las compañías interesadas pagarían por ellos. El usuario recibiría la cantidad acordada.
Para el profesor, “el potencial de monetizar datos de tu pulsera de actividad está surgiendo ahora”. Asegura estar en conversaciones con empresas que podrían estar interesadas. De momento, “es demasiado pronto para decir cómo va a evolucionar. No estamos seguros por completo de la magnitud de esta economía, pero es muy valiosa”.
Según datos recogidos en el estudio, que llega a la vez que Fitbit compra a su gran rival Pebble, para 2020 la industria de los ‘wearables’ tendrá un valor de 31.600 millones de dólares (29.500 millones de dólares). El estudio se centra en cómo ya muchos pacientes usan las aplicaciones y dispositivos para controlar su diabetes, fijar su rendimiento en la actividad física o conocer variables corporales como el peso. El estudio también investiga cómo convertir algunas variables (calorías quemadas, velocidad al andar…) para calcular un riesgo de muerte y la longevidad del paciente, datos que podrían interesar, también, a las aseguradoras y compañías de planes de salud.
Karl Ricanek, otro de los autores del estudio y CIO de Lapetus Solutions, señala que los selfis también podrían tener su valor económico y sanitario. “Algunos médicos usan el rostro como un barómetro de salud junto con otras pistas visuales de un paciente”. Así, según Ricanek, se podría saber si una persona fuma, está estresada o tiene signos de depresión. De acuerdo al investigador, estos datos llegarían a la ‘health data economy’ “en formas que no podemos imaginar hoy”.
Pagar para mejorar la salud
Hay otros investigadores que han visto en los pagos una forma de animar a la gente a usar los dispositivos de actividad y controlar su propio estado de salud. Un estudio de la Universidad de Singapur pagó a los participantes de una investigación para que usaran estos ‘gadgets’. El uso fue masivo durante seis meses. Cuando las gratificaciones se acabaron, el porcentaje de uso descendió. El equipo concluyó que los incentivos deberían mantenerse durante un largo periodo de tiempo para evitar una caída en la realización de la actividad física.
Por otra parte, el estudio de Olshansky concluye que “la gente aprenderá más sobre su salud y será educada en cómo cuidar mejor de su propio cuerpo” y, además, los datos obtenidos “llevarán a avances médicos que mejoren tanto los resultados individuales como los de la salud pública, reduzcan los costes de la atención sanitaria, extiendan la longevidad y mejoren la calidad de vida”, sin olvidar, cómo no, “nuevos tipos de comercios de los datos sanitarios”. Los usuarios, dueños de sus propios datos, tendrán (o deberán tener) la palabra en el manejo de su información.
Via elconfidencial.com
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