Una buena postura al caminar hace que este ejercicio tan natural y agradable resulte más sano: deshace rigideces e incluso cambia tu actitud vital
Caminas cada día, por lo que la actitud con que lo hagas revertirá de manera positiva o negativa en tu postura corporal. La terapia del buen caminar propone hacer del caminar una actividad saludable que contribuya a mejorar tu postura, armonizar el movimiento y promover el equilibrio y calma mentales.
Caminar trabajando tanto la postura como la actitud es el ejercicio más natural y cotidiano que puedes hacer con el cuerpo.
1. Actitud propulsada y retención
• Inclínate hacia delante, con el peso hacia la punta de los pies y el pecho adelantado. Quédate así un instante. Para mantener el equilibrio, se tensa toda la musculatura posterior. Las rodillas empujan hacia atrás, los dedos del pie se agarrotan, la nuca se arquea.
• Inclínate luego hacia atrás, con el peso hacia los talones y el abdomen adelantado. Quédate un instante. Para mantener el equilibrio, flexiona las rodillas y compensa la inclinación del tronco adelantando su mitad superior, encorvando la espalda y hundiendo el pecho.
• Experimenta andar con ambas posturas, observando la velocidad, tono y movilidad que generan. Siente la actitud, estado de ánimo y manera de relacionarte con el entorno que propone cada una.
2. Explorar y activar la suspensión
• Con los pies paralelos balancéate adelante y atrás ligeramente. Luego disminuye la oscilación hasta detenerte en el medio. Crece desde el eje central llevando la coronilla hacia el cielo y sin separar los pies del suelo. Cuello, hombros y dorsales se tensan.
• Sin perder ese eje ni cerrar los hombros, flexiona las rodillas y deja caer luego todo el peso hacia el suelo.
• Prueba a andar con ambas posturas y observa el eje: primero rígido y alargado, luego corto y laxo. Siente la actitud, ánimo y relación con el entorno que se generan.
• Imagínate que el eje, en vez de rígido, es un muelle y que actúa como una suspensión. Camina sintiendo ese eje-muelle, alternando el impulso hacia el cielo y hacia la tierra.
• Observa si ha cambiado tu actitud y cómo te sientes. Si tu caminar es más ligero, elástico y «saltarín».
3. Abrir, cerrar y ampliar
Al perder el eje, la movilidad se limita; esto tiene una lectura corporal y mental. Veámoslo con los brazos.
• Rota hacia fuera los hombros. Las palmas miran adelante, los antebrazos se separan del cuerpo y el pecho sale. Camina y observa tu actitud y si los brazos se mueven o no con facilidad.
• Rótalos luego hacia dentro. Las palmas miran atrás, los antebrazos tocan el cuerpo y el pecho se hunde. Camina y observa tu actitud y cómo mueves los brazos.
• Busca la posición intermedia. Las palmas miran a los muslos, el pecho neutro. Camina con los brazos sueltos y observa si se amplía su movimiento. ¿Cómo te sientes así?
4. El caminar alegre y firme
• Camina combinando las tres direcciones de los ejercicios anteriores, centrándote en el eje y con la posición intermedia de los brazos.
• Propúlsate con la punta del pie. Reténte al apoyar el talón del otro pie. Pasa el peso del talón a la planta y, con una ligera flexión de rodilla, «hunde» el pie en el suelo para que el muelle te impulse hacia arriba, hacia la punta del pie y hacia delante.
• Relájate, reanuda la marcha normal e incorpora estas fases del movimiento gradualmente con naturalidad. Relaja hombros, brazos y pelvis, y deja que se balanceen con el movimiento.
• Si incorporas el movimiento cruzado (el vaivén alternado de la pelvis y la zona escapular), tendrás la base para iniciarte en el «buen caminar».
5. Meditar y fundirse con el paisaje
• Comienza a caminar con lo aprendido hasta aquí.
• Mantén la cabeza en el eje y baja la vista buscando un punto a 8-10 metros frente a ti. Desenfoca y abre la mirada, como un «ojo de pez»: ves, pero no miras.
• Observa cómo esa panorámica se acerca a ti y pasa hacia atrás por los costados y bajo los pies. Cuando se utilizan palos, da la sensación de que se atrae el camino hacia uno mismo.
• Sin perder esa mirada, presta atención al movimiento del cuerpo. Estás a la vez dentro de ti y sumergido en el paisaje.
• Deja pasar los pensamientos, sin fijar ninguno, como con la mirada. Poco a poco, paisaje externo e interno se funden y se transforma la percepción del espacio y del tiempo.
Via cuerpomente.com
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