Cada día lo tienes más claro: no te gusta hacer deporte. Sientes convulsiones ante la simple idea de ir al gimnasio, te da la pereza máxima salir a correr y nunca encuentras tiempo para hacer nada de fitness. Querer, quieres adelgazar y estar en forma. Pero tu cuerpo no coopera y se apalanca en cuanto puede. No es que seas un vago redomado, es por culpa de tu cerebro, que pasa.
Según un reciente estudio publicado en el Journal of NeuroEngineering and Rehabilitation esto ocurre porque nuestros sistemas nerviosos si pueden elegir, prefieren hacer lo mínimo para ahorrar energía. Los investigadores descubrieron que mientras caminamos, el sistema nervioso hace cálculos a tiempo real para averiguar con qué longitud del paso y velocidad gastará la menor cantidad de energía.
“A la mayoría de nosotros nos gusta ser perezosos, al menos durante una parte de nuestro tiempo”, explica Max Donelan, coautor del estudio y profesor de fisiología biomédica y quinesiología en la Universidad Simon Fraser de Columbia: “Tomamos decisiones conscientes para sentarnos cuando podríamos habernos puesto de pie o para ver la televisión en lugar de irnos a dar un largo paseo”. Y esto, nos pasa a todos.
Yo es que nací cansado (y en domingo)
Decía el escritor y dramaturgo francés Jules Renard que “la pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado”, y ahora la ciencia explica por qué esta insana costumbre es mucho más común de lo que pensábamos.
Al añadir determinada resistencia a los entrenamientos de los participantes en el estudio, los investigadores observaron que a más dificultad menos esfuerzo. Es decir, si nuestro cuerpo percibe que va a gastar más energía de lo normal opta por quedarse quieto para quemar menos calorías, pero lo hace por una razón muy inteligente: es precavido no vaya a ser que no la recupere.
Si conseguimos mantener un bombeo constante a una velocidad estable quemamos muchas más calorías y tonificamos eficientemente
De ahí que cuanto menos deporte hacemos más nos cuesta ponernos en marcha, porque nuestro sistema nervioso no está acostumbrado y le entra cierto pánico quedarse a cero. Deja que confíe en ti y empieza a moverte poco a poco.
Caminante, se queman calorías al andar
Nadie va a negarte que con la larga jornada laboral que tienes, ponerte a caminar una hora diaria no es nada sencillo. Pero ten en cuenta que no hace falta demasiado esfuerzo. Es más, según un estudio elaborado en la Universidad de Indiana, un simple paseo de cinco minutos por cada hora de trabajo ayuda a prevenir el descenso en la función arterial y la circulación mientras estamos sentados.
No te pongas más excusas y empieza poco a poco sustituyendo costumbres como ir al supermercado en coche, coger el transporte público para recorrer apenas 500 metros o autoconvencernos de que andando llegamos tarde a todas partes. Venga ya, ¿recuerdas los atascos?
Hay que pensar en caminar como un ejercicio de baja intensidad fácilmente realizable y mucho más saludable de lo que creemos. Además, los expertos aseguran que es posible evitar la pereza innata de nuestro cuerpo y quemar más calorías si convertimos esta actividad en una decisión consciente. Que no sea casual. Proponte caminar y hazlo, como método para perder peso y estar en forma y, de paso, aclarar tu mente de los problemas cotidianos.
Sal de tu zona de confort
No. Ir por las concurridas calles comerciales y, de la que pasamos, pararnos a mirar algún que otro escaparate, no es la mejor forma de hacer ejercicio. “Si andamos fuera de nuestras zonas conocidas en las que nos sentimos cómodos quemaremos más calorías a quemar más calorías por kilómetro”, asegura Linda Carroll en Today.
Lo mejor es escoger calles y caminos largos poco transitados que nos permitan hacer una mayor longitud de zancada sin andar esquivando viandantes. Es más, no tienes por qué irte a un descampado abandonado pero si buscas calzadas que no sean demasiado sencillas de transitar, mejor.
“Si no lo percibimos como un recorrido cómodo y natural probablemente necesitemos más energía, por lo que tendremos que ir variando el ritmo y adaptar nuestros pasos para realizarlo sin problemas”, explica Manoj Srinivasan, profesor de ingeniería mecánica y jefe del laboratorio de movimiento de la Universidad Estatal de Ohio.
Y cuanto más aceleres
Peor. Los expertos insisten en que si conseguimos mantener un bombeo constante a una velocidad estable quemamos muchas más calorías y tonificamos eficientemente. Así que es mejor no volvernos locos y aumentarla. “Sólo tienes que esforzarte hasta que empieces a respirar con dificultad”, advierte David Carrier, profesor del departamento de biología de la Universidad de Utah.
Es posible evitar la pereza innata de nuestro cuerpo y quemar más calorías si convertimos esta actividad en una decisión consciente
'Entonces, ¿no aumento el ritmo de caminata?', te preguntarás. No en un mismo recorrido, pero sí que puedes variar cada día el trayecto para modificar los movimientos y los niveles de esfuerzo. Observarás cómo poco a poco la falta de aliento y los acaloramientos propios del ejercicio físico van desapareciendo.
No seas repetitivo
Ir andando al trabajo es fantástico, pero si haces la misma ruta cada día te acabas acostumbrando y no sirve de casi nada y el sistema nervioso se vuelve –¡otra vez!– perezoso. “El cuerpo es una máquina de ejercicio dinámica”, relata la doctora Vonda Wright, quien explica que, según nos vamos adaptando a una actividad deportiva, quemamos menos calorías de las que perdíamos en los primeros días. ¿La solución? Desafiarle.
Con hacer un trayecto distinto cada vez que puedas, alargarlo o acortarlo según, por ejemplo, el tiempo que haga, acelerar la marcha durante unos minutos o cambiar la longitud de zancada de cuando en cuando, acelerarás tu ritmo cardíaco espabilando a tu sistema nervioso.
Via elconfidencial.com
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