En las sociedades occidentales nos gusta dejarnos los zapatos puestos hasta por la noche, pero estamos cometiendo un craso error que puede perjudicar nuestra salud (y la paciencia de los vecinos)
Una de las costumbres niponas más llamativas para los occidentales es la de quitarse los zapatos antes de entrar en casa o en edificios públicos como algunos templos o restaurantes tradicionales. Se trata de un hábito que, de no contemplarse, nos hará quedar como unos maleducados. Hay buenas razones para ello, más allá de creencias como que uno porta malas vibraciones en sus zapatillas: el suelo tiene allí un papel más protagonista a la hora de comer o dormir que en los países occidentales, por lo que se intenta mancharlo lo menos posible, sobre todo cuando se trata de un tatami.
En las sociedades occidentales, por el contrario, tendemos a aguantar con el calzado con el que hemos pisado la calle incluso horas después de haber entrado en casa. Entramos al baño y a la cocina con él y paseamos por el parquet, sobre todo si vamos a recibir una visita y nos parece un tanto extraño preparar una suculenta cena regada con un vino de reserva mientras llevamos pantuflas ante nuestros invitados.
Como bien podía sospechar el lector, lo estamos haciendo mal: portar por casa los zapatos que han paseado por la calle es una de las cosas más antihigiénicas que podemos hacer. Como asegura Sarah Latta en un artículo publicado en PopSugar dirigido a sus compatriotas estadounidenses, deberíamos empezar a quitarnos el calzado nada más traspasar el umbral de casa. ¿Por qué?
Lo que acecha en las suelas de tus zapatos
Imagine que sale a la calle con una escoba y, durante una hora, la restriega por la acera, incluidos los pequeños pero visibles excrementos de pájaros y otros lugares donde perfectamente puede haber defecado un perro horas antes. Acto seguido, vuelve a casa y, con la escoba que acaba de pasar por la calle, barre todo su hogar. Pues ahora imagine lo mismo pero con sus zapatos, que a veces también pone encima del sofá, de la cama o de algún mueble. Es un tanto exagerado, pero nos ayuda a entender por qué son tan poco higiénicos. En resumidas cuentas, son unos buenísimos recolectores de bacterias perjudiciales.
Como señaló una investigación realizada por el microbiólogo de la Universidad de Arizona Charles Gerba, se pueden encontrar una media de 421.000 microbios en la parte exterior del zapato y 2.887 en el interior (¿quién iba a decir que tus sudorosos calcetines iban a estar más limpios que el exterior?).
No sólo eso, sino que los zapatos también recogen toxinas, polvo y productos químicos que pueden empeorar la calidad del aire de nuestro hogar. Es mucho mejor para nuestros pies que estos respiren libremente, sobre todo teniendo en cuenta que pasamos al menos la tercera parte del día con zapatos puestos. Caminar descalzo por casa contribuye a que la piel del pie respire y a que los músculos descansen de la tensión generada por el calzado diario.
Si no lo hacemos por nuestra salud, hagámoslo entonces por la del suelo de nuestra casa. Como ya hemos dicho, los zapatos pueden llegar a estar mugrientos, algo que ensucia nuestra casa y que, a largo plazo, puede terminar dañando irreversiblemente el suelo debido a los barridos constantes, especialmente si es de madera. Esto si hablamos de deportivas o zapatos planos: los tacones o plataformas pueden resultar mucho más dañinos, ya que rayan fácilmente el suelo de casa, otra buena razón por la que los japoneses nunca pisarían un tatami con zapatos de tacón. Por último, piensa en los vecinos de abajo, o mejor, en aquella ocasión en que la vecina (o su marido, que nunca se sabe) se pasearon con tacones por el dormitorio de su casa a las tres de la mañana. En resumidas cuenta, molestan.
Via .elconfidencial.com
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