El trabajo, que constata con imágenes los beneficios de una actividad tan simple como el paseo, lo han llevado a cabo investigadores de la Universidad de Illinois. En él muestran la imagen de la actividad cerebral de 20 chicos y chicas de unos 10 años, primero en reposo y tras caminar 20 minutos. En reposo, estos chicos y chicas estaban estudiando.
El experimento consistió en lo siguiente: les hicieron una prueba en reposo y midieron su señal cerebral, y después les sometieron a un ejercicio consistente en andar rápido en una cinta de correr, a un 60% de su máxima capacidad. Tras el ejercicio físico, los voluntarios fueron sometidos de nuevo a preguntas y a un análisis de su actividad cerebral.
Los investigadores revelan a través de imágenes los sorprendentes y claros resultados: después de un ejercicio moderado de 20 minutos, las funciones cognitivas y el rendimiento académico mejoran. Los voluntarios mostraron un aumento en la capacidad de atención, en la velocidad de procesamiento y en los resultados de las pruebas. Las imágenes muestran un encefalograma (EEG), que mide la actividad eléctrica fijándose en una señal (P3) que muestra los niveles de atención. Según los investigadores, cuanto más grande es la señal de P3, mayor es la cantidad de atención.
Lo bueno del estudio, que quizás se queda corto en participantes pero que aporta un resultado bastante objetivo, es que esta misma activación del cerebro también la pudieron comprobar los mismos científicos en 2003 con sujetos de más edad. Estos individuos fueron sometidos a pequeñas pruebas de ejercicio físico, a través de las cuales mejoraron los niveles de atención. En ese momento publicaron los resultados en la revista International journal of psychophysiology.
También otras investigaciones han constatado lo que ahora afirma este estudio, que la actividad física puede mejorar el rendimiento académico. En 2007, en la revista Journal of Sport and Exercise Psychology se publicó un artículo en el que se observaba una relación positiva entre la condición física y el rendimiento en matemáticas y la lectura en niños de tercero y quinto curso. Y como éste, varios publicados entre 2000 y 2013 ofrecieron resultados parecidos. Y aunque las muestras en la mayor parte de estos trabajos sean pequeñas (sesgo importante, sin lugar a dudas), también es cierto que no existen informes que sugieran una relación negativa entre estos factores, lo que indica que, al menos, el tiempo empleado en la realización actividad física no obstaculiza el rendimiento académico. Al contrario: puede conducir a una mejor salud física y mental.
Fácil y rentable
Además de todo lo dicho, los beneficios de caminar son muchos y dirigidos en todos los sentidos. Es una actividad barata (no hace falta que te apuntes a un gimnasio ni que te compres el equipo deportivo más caro de la tienda) y accesible (se puede realizar en cualquier espacio), pero que puede ayudar a reducir el riesgo de padecer enfermedades como el cáncer o la diabetes. El Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM) recomienda como práctica de mantenimiento para la mejora de la salud un paseo diario, a ritmo lento, que suponga el recorrido de un kilómetro de distancia en apenas 10 o 12 minutos.
Lo mejor para lograrlo es tratar de incluir la actividad en momentos de la vida cotidiana y convertirlos en eso, en un nuevo hábito: ir a trabajar andando o ir caminando a ese supermercado al que siempre acudimos en coche son buenos ejemplos de ello.
La Asociación Española de Enfermería Deportiva enumera las ventajas de caminar (extraídas de Consumer.es):
Disminuye entre un 35% y un 52% las posibilidades de padecer hipertensión.
Aumenta la tolerancia a la glucosa y mejora su utilización.
Reduce los niveles de triglicéridos, causantes del colesterol, y aumenta el colesterol bueno.
Incrementa el material óseo y, por lo tanto, puede prevenir la aparición de osteoporosis.
Favorece el tránsito intestinal y elimina la exposición a agentes cancerígenos en esta zona.
Reduce las pérdidas funcionales asociadas al envejecimiento, sobre todo en las piernas, al fomentar el uso de los diferentes sistemas corporales.
Si a esto le sumamos que caminar ayuda a reducir peso (siempre que quemes más calorías de las que ingieres al día), no hay excusa para levantarse del sofá e incorporar este hábito en la vida diaria. Daño no hará. Al contrario. Pensémoslo dos veces antes de ponernos a estudiar pensando: “¡Cuántas más horas seguidas, mejor!”. Porque un paseo entre horas mejorará el rendimiento y, a la vez, aportará la energía necesaria para seguir con el empeño.
Fuente medciencia.com